Las escaleras del trono
Solo necesitamos una sensación de felicidad para sentirnos bien. Solo un momento breve, discreto y puntual de alegría para rellenar la energía y volver a andar por las nubes. Supongo que debe de ser eso, la frontera entre el bien el mal, entre el placer y el dolor. Entre la felicidad y la indiferencia. A veces vivimos por inercia; sin pensar, sin disfrutar, sin sentir y parar atención a lo que va ocurriendo. Somos gestos: el movimiento de los dedos al escribir, nuestros tics más incontrolables y nuestras expresiones más transparentes.
Estas reflexiones son las que aparecen en la mente con los ojos cerrados y teniendo la abeza tumbada encima de la almohada. Ya es de noche, todos duermen y estoy tranquila. Han sido semanas de gestiones y decisiones importantes en poco tiempo, pero ha merecido la pena. Hacía mucho tiempo que nos lo pedían sin decirlo. Hablo de Marta y Laia, mis pequeñas, que se pasaban el día gritando, saltando y jugando, pero les faltaba su espacio. Fue con eso que, un día, decidimos abrir los ojos y ofrecerles aquello que tanto deseaban pero que nunca pronunciaban. Querían su zona de juegos, pero en unas paredes tan pequeñas eso significaba renunciar a otros hábitos básicos. Al final tuvimos la idea que llenó el vacío: una habitación conjunta para ellas, hecha a medida de sus inquietudes y en donde puediran disfrutar de su infancia.
Aunque suena bonito, es destacable reconocer que no lo tuvimos fácil. Vivimos en una masía, en la montaña, y cualquier tipo de exposición mobiliaria nos quedaba lejos. Estuvimos mirando por Internet qué tiendas nos quedaban más cerca, pero, buscando buscando, encontramos otra opción más cómoda para nosotros. YUPIH fue nuestro albergue durante días y ahora tenemos una litera personalizada que es una maravilla. Obviando la calidad, la seguridad y la funcionalidad de toda la composición, es exactamente lo que queríamos. Y ahora nuestras hijas son las reinas de su hogar.
Recuerdo cuando se marchó el montador. Había quedado todo el mueble montado y listo para completar con el colchón y los peluches. Mientras lo estaba colocando todo, Laia se asomó, subió los cajones que hacen de escalera y se plantó en la parte de arriba de la litera. Nos miró sonriendo y lo dijo alto y claro: ¡He subido a mi trono! Nos empezamos a reír y apareció Marta, que también quiso tener su momento de oro. Y ahí estaban, las dos, encima de la litera mirándonos y sintiéndose poderosas por un instante.
Ahora ya está todo en su sitio. Además del colchón individual de arriba, esta litera ha sido tan a medida que nos han hecho la parte de abajo personalizada completamente. En lugar de tener otra cama individual hemos puesto una de matrimonio. ¿Que por qué lo hemos hecho? Porque así pueden turnarse quien duerme en el trono y quien duerme abajo. Y si algún día quieren dormir juntas, también pueden descansar plenamente estando en la cama de abajo.
Jugar, leer, charlar y crecer con ellas ahora es más ameno. Todavía siguen los gritos y siguen siendo unos terremotos, pero al menos son gritos de cosquillas y diversión. Y son felices por un momento. Que por corto que sea, para mí, ya ha valido la pena.
Buscábamos una habitación adaptada a nuestras necesidades y no la encontrábamos por ningún sitio. Dimos con muebles yupih y le explicamos a Ferran nuestra idea. Nosotros queríamos una habitación con una cama alta de 90 cm, una cama baja tipo Montessori de 150 cm y unas escaleras con cajones. Gracias a él, a su diseño y a su ayuda hoy mis hijos disfrutan de su habitación. Con el montaje también estamos muy contentos. Recomendamos la tienda al 100×100 y nosotros vamos a repetir.